El entrenamiento marcial forma el eje horizontal del Taiji quan, que nos ayuda a manejarnos frente a las cosas de este mundo. Nos proporciona la rapidez de reflejo, la astucia, la fuerza, la confianza para movernos más tranquilos por nuestro entorno y la destreza para podernos defender en un medio que, aunque no sea declaradamente hostil, esconde innumerables actitudes agresivas encubiertas para las que el estudiante deberá encontrar recursos, aprendiendo a canalizar las fuerzas externas que nos bombardean, manteniendo la calma cuando nos asaltan distintas situaciones adversas, manifestadas en diversas formas, desde las verbales y sutiles con cargas emocionales de profundidad, hasta las que inciden directamente sobre nuestra integridad física.
Al hablar del aspecto marcial, no debemos olvidar nunca, que la más alta estrategia en el arte de la guerra es derrotar al enemigo sin tener que recurrir a las armas, es decir, convertir en amistosa y afectiva una situación en la que antes sólo existía discordia. Para lograr ese efecto, tenemos que buscar en el adversario cuáles son los puntos que nos acercan y qué es lo que ambos tenemos en común, en vez de reasaltar aquello que nos diferencia y separa, pero para llegar a este punto hay que transitar todo un largo recorrido hasta conseguir transformar la polaridad de todas las formas de miedo, frustración, agresividad contenida, rabia, intolerancia, odio, rencor, desprecio, crueldad y un largo etcétera de síntomas, que son un reflejo de energías poderosas mal canalizadas e inconscientes que habitan en nuestro interior.
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