9 de noviembre de 2007

UNA METÁFORA

Érase una vez un país donde sus habitantes vivían en paz y armonía, y donde si ponías algo de tu parte, podías conseguir casi cualquier cosa. Sin embargo, llegó una época en la que los países de alrededor parecieron ponerse de acuerdo para intentar arrebatarles los preciosos recursos de que disponían, y el rey sabio que gobernaba aquel dichoso país buscó y encontró a un valeroso general para mantenerlos protegidos a él mismo, a sus habitantes y a los preciados bienes con los que contaban. Este general era abigarrado, rudo, pero desempeñaba muy bien su trabajo, y mantuvo fuera a las hordas enemigas durante mucho tiempo.

El rey, claro, lo condecoró como se merecía, y éste se sentía profundamente honrado y valioso. Pero a medida que pasó el tiempo, y no se sabe muy bien el porqué, disminuyeron los ataques enemigos, y el general cada vez tenía menos trabajo. Él lejos de sentirse aliviado, comenzó a sentir peligrar no sólo su puesto de trabajo sino su integridad, ya que durante toda su vida vivió para hacer lo que hacía, y no concebía otra forma vivirla. Fue entonces, cuando su atención se centró de fronteras para adentro de su país, y comenzó a perseguir las acciones que él concebía injustas. Estableció leyes y aplicó severos castigos a quienes no las cumplían. Al principio todos estuvieron muy contentos con él porque les parecía que desempeñaba una buena labor, pero con el tiempo sus leyes fueron más estrictas, y hubo quién empezó a sentirse cohibido e incluso asustado. Se formó un comité de crisis y acudieron a ver al Rey, pero él no tenía poder para frenar a su general porque éste contaba con el apoyo de todo su ejército. El país entró así en un periodo en el que a se sucedieron episodios tumultuosos, en los que algunos habitantes se aliaban y luchaban contra su general, y otros sin embargo, en los que tenían que luchar a su lado contra ataques procedentes del exterior.

Todo esto minaba la moral del pueblo, y poco a poco aunque ésta era férrea, a prueba de bomba, la moral del general. Pero llegó un día que éste enfermó y no pudo atender ni a los que atacaban desde fuera ni a los que lo hacían desde dentro. Entonces, ocurrió algo inesperado para la gente del pueblo, las batallas cesaron. Los enemigos dejaron de serlo. El país se encontraba en una época de vacas flacas en recursos, por culpa del desorden interno, y puesto que los enemigos invasores no encontraban tesoros, ni sus habitantes les ofrecían guerra, se aburrían y se iban a saquear países que le ofrecieran de todo eso. Más adelante otros países se acercaron en son de paz, para intercambiar bienes y conocimiento, y todos se encontraron otra vez en armonía. A todo esto el general, que había sufrido mucho en su enfermedad, parecía distinto, su gesto se reblandeció y su actitud era ahora mucho más permisiva e indulgente. A partir de entonces se limitó a ser un espectador más de la dicha en que se hallaba su pueblo, actuando en algunas ocasiones pero con menor intensidad. Fue entonces cuando el rey sabio recuperó la atención del pueblo, y pudo guiarles en sus vidas, siempre que sus habitantes se lo pedían.

A todo esto se me olvidó decir los nombres de los personajes de esta historia. El país se llamaba Ser, el General se llamaba mente, pero había quién lo conocía por el nombre de ego , y el Rey se llamaba espíritu o alma.

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