21 de septiembre de 2008

PARAISO DE CANCION

Ahangar era un poderoso forjador de espadas que vivía
en uno de los valles del este de Afganistan. En tiempos de
paz hacía arados de hierro, herraba, y sobre todo cantaba.
Las canciones de Ahangar, quien es conocido por nombres
diferentes en varias partes del Asia Central, eran ávidamente
escuchadas por la gente de los valles. Venían de los
bosques de los nogales gigantes, de las montañas nevadas del
Hindu-Kush, de Qataghan de Badakshan, de Khanabad y
Kunar, de Herat y Paghman, para oír sus canciones.
Sobre todo, la gente venía a oír la canción de todas las
canciones, que era la canción de Ahangar, del Valle del Paraíso.
Esta canción tenía la cualidad de fascinar, una tonada
extraña, y sobre todo tenía una historia que era extraña, tan
extraña, que la gente sentía que conocía el remoto Valle del
Paraíso, del cual cantaba el forjador.
A menudo le pedían que la cantara cuando no estaba
con el ánimo de cantarla y se rehusaba. A veces la gente le
preguntaba si el Valle en verdad era real, y Ahangar solo
podía decir:
El Valle de la Canción es tan real como la realidad puede
ser.
¿Pero cómo lo sabes? preguntaba la gente, ¿Alguna vez
has estado allí?
No en una forma ordinaria, decía Ahangar.
Pero Ahangar, como para casi todo el que le escuchaba,
el Valle de la Canción era, sin embargo, real, tan real como la
realidad puede ser.
Aisha, una doncella local a quien el quería, dudaba de la
existencia de este lugar. Y también Hasan un jactancioso y
temido esgrimista que juraba casarse con Aisha, y quien no
perdía oportunidad de reírse del forjador.
Un día, estando los del pueblo sentados silenciosamente
alrededor de Ahangar quien les había estado contando su
historia, Hasan habló:
Si tú crees que este valle es tan real, y que está, como dice,
en aquellas montañas lejanas de Sangan, adonde se levanta
la neblina azul, por qué no tratas de encontrarla?
Sé que no estaría bien, dijo Ahangar.
Tú sabes lo que te conviene saber, y no sabes lo que no
quieres saber gritó Hasan. Ahora, mi amigo, propongo una
prueba. Tu quieres a Aisha, pero ella no confía en ti.
Ella no tiene fe en este absurdo Valle tuyo Nunca te
podrás casar con ella porque cuando no existe confianza
entre el hombre y la mujer, no pueden ser felices y resultan
toda clase de males.
¿Entonces esperas que yo vaya al Valle? preguntó
Ahangar.
Sí, dijeron Hasan y todos los presentes.
¿Si voy y regreso a salvo, consentirá Aisha en casarse
conmigo? preguntó Ahangar.
Sí, murmuró Aisha.
Así fue que Ahangar, tomó algunas moras secas y un
poco de pan seco, y salió hasta las distantes montañas.
Escaló y escaló, hasta que llegó a un muro que rodeaba
toda la sierra, Cuando haba escalado sus escarpados lados,
había otro muro, aún más difícil que el primero. Después de
éste había un tercero, después un cuarto, y final mente un
quinto muro.


Descendiendo al otro lado, Ahangar se encontró en un
valle, sorprendentemente similar al suyo.
La gente salió a saludarlo, y al verlos, Ahangar se dio
cuenta de que algo muy extraño estaba sucediendo.
Meses después, Ahangar el forjador de espadas, caminando
como un anciano y cojeando, llegó a su pueblo nativo,
y se dirigió a su humilde choza. Al correr .a voz por la
comarca, la gente se juntó frente a. su hogar para, oír sobre
las aventuras que había tenido.
Hasan el esgrimista habló por todo y llamó a Ahangar a
la ventana.
Hubo un silencio cuando vieron lo mucho que había
envejecido.
¿Bien, maestro Ahangar, llegaste al Valle del Paraíso?
Si llegué.
¿Y cómo es?
Ahangar, buscando sus palabras, miró a la gente que
estaba allí congregada con un cansancio y un sentimiento de
desaliento que nunca antes había sentido, Dijo:
Escalé y escalé y escalé. Cuando parecía que no podía
haber señas de vida humana en un lugar tan desolado, y después
de muchas pruebas y desilusiones, llegué a un valle.
Este valle era exactamente igual al que vivimos. Y entonces
ví a la gente Esa gente no solo es como nosotros: sino que
son las mismas gentes Por cada Hasan cada Aisha, cada
Ahangar, para cada uno de los que tenemos aquí, hay otro,
exactamente igual en ese valle.
Estas son semejanzas y reflejos para nosotros, cuando
vemos tales cosas. Pero somos nosotros los que nos reflejamos
y parecemos a aquellos-nosotros que estamos aquí, nosotros
somos sus mellizos...
Todos pensaron que Ahangar había enloquecido por las
penurias, y Aisha se casó con Hasan el esgrimista.
Ahangar pronto envejeció y murió. Y todos los que había
escuchado la historia de labios de Ahangar, primero se
descorazonaron y luego se hicieron viejos y murieron, pues
sentían que algo iba a pasar sobre lo cual no tenían ningún
control, y que no tenían esperanzas, y así perdieron interés
en la vida misma.
Es solo una vez cada mil años que este secreto es visto
por el hombre. Cuando lo ve cambia. Cuando cuenta los
hechos tal cual son se marchita y muere.
La gente cree que tal evento es una catástrofe, y que por
tanto no deben saber sobre ello, pues no pueden comprender
(tal es la naturaleza de sus vidas ordinarias) que tienen
más de un yo, más de una esperanza, más de una oportunidad
allá arriba, en el Paraíso de la Canción de Ahangar el
poderoso forjador de espadas.