13 de enero de 2008

En busca de una jardinería más sana




TENIENDO EN CUENTA EL PRINCIPIO: NO HACER NADA ES LA PERFECCIÓN, LA EXPRESIÓN PURA DE LA NATURALEZA, QUE ES AL FIN Y AL CABO EL MOTOR DE CUALQUIER JARDÍN, NO TENDRÍA SENTIDO NI SIQUIERA PLANTAR O SEMBRAR NADA.

PERO EL CONCEPTO DE JARDÍN TRADICIONAL IMPLICA LA ACTUACIÓN HUMANA EN ACUERDO A FAVORECER POR EJEMPLO LA ESTÉTICA, LA COMODIDAD, LA FUNCIONALIDAD,...

ENTRE NO HACER ABSOLUTAMENTE NADA Y AHOGAR CUALQUIER PROCESO NATURAL HAY MUCHOS PUNTOS INTERMEDIOS. EN CUALQUIERA DE ELLOS PODEMOS SITUAR NUESTRA JARDINERÍA, ACTUANDO DESDE LA CONSCIENCIA NATURAL, PERO APROXIMÁNDONOS A LOS CRITERIOS QUE MOTIVAN LA JARDINERÍA ACTUAL.

Nuestro papel a la hora de afrontar un jardín tiene más que ver con un OBSERVADOR que como un organizador o director. Esto es así porque desde nuestro punto de vista un director sólamente es capaz de dialogar con personas, no con otros seres. A consecuencia de ello, al intentar dirigir por ejemplo, a plantas, lo hace desde una figura meramente impositiva. No hay acuerdos, no hay entendimiento entre las partes. Así no hay intercambio de conocimientos, y el conocimiento del medio por parte del director se ve sesgado.

Al observarlo, lo conocemos, lo entendemos. Al entenderlo lo respetamos. Al respetarlo los procesos naturales tienen lugar. Los procesos naturales son perfectos, tienen un mayor potencial de generar belleza, equilibrio, salud, sintonía o bienestar espiritual, que cualquier subyugación estilística antrópica. Pues nosotros, aunque en ocasiones lo creamos así, no alimentamos, no damos vida y no damos un por qué a la existencia de estos seres vivos. La naturaleza sí, por tanto la dejamos actuar.

No somos jardineros, si este concepto se entiende como aquel profesional que lleva años peleando con las plantas. Aquel que lo deja todo limpio de plagas, las plantas en forma de farolas o pirámides, en los mejores casos, o en forma de mondadientes en los peores.

Avisamos de antemano que para nosotros una superficie uniforme creada a base de una sola especie (en las más ocasiones son repeticiones clónicas por estaquillado del mismo código genético), no tiene justificación ni desde el punto de vista funcional, ni económico, ni tan siquiera estético.

Que nada que no haya sido producido de manera artificial entra ni sale de nuestros jardines. Esto viene a ser que no entran venenos, ni abonos (que son venenos de lenta intoxicación). Ni salen hojas, ni otros restos de cualquier tipo fuera de la superficie viva del jardín, siempre por supuesto, que no quede comprometido de manera insalvable cualquiera de los CRITERIOS MOTIVADORES.

Nuestra experiencia nos muestra que es una pérdida de dinero para el cliente, de tiempo para nosotros (y en consecuencia para el cliente), y de recursos energéticos, ese trasiego general de 'hojas para afuera', y 'abonos para adentro', cuando las hojas precisamente son el único e insustituible abono que las plantas necesitan para crecer y vivir. Al menos de una forma saludable, es decir, sin floraciones extenuantes ni crecimientos vigorosos, que por otro lado favorecen la 'metamorfosis' de insecto-habitante a insecto-plaga. Esto último, por supuesto, motiva una actuación 'venenos para adentro' eficaz y certera.

Otorgamos un mayor peso a criterios de salubridad REAL que a los puramente estéticos. Y planteamos la siguiente pregunta a nuestros clientes:

¿Que planta es más sana? ¿Aquella que tiene una hoja amarilla, dos hojas marchitas, y una masticada por un insecto, e incluso restos de las deyecciones de éste, pero que no ha sido tratada con ningún producto artificial?

¿O esa otra que está perfectamente verde, erguida y no tiene ni rastro de haber sido atacada por insecto alguno, pero que está siendo tratada con insecticidas, nematocidas y un abono foliar?¿Si les obligaran a tragarse una hoja de una de ellas, cual elegirían? Nosotros, formados académicamente sobre tratamientos fitosanitarios y sobre los productos que se utilizan, lo tendríamos claro.

¿Para que intoxicar aún más mi hábitat personal?¿Acaso no ingerimos, inhalamos y percibimos ya bastante toxicidad?
En este punto las respuestas son dispares, siempre hay quién antepone los criterios estéticos, o los heredados del saber popular o de sus propias experiencias que desmontan nuestras directrices. No hay forma de luchar contra ello. El cambio solamente se da en el aprendizaje personal de cada uno.

¿Que personas pueden tener acceso a una jardinería natural?

En principio cualquier persona que tenga la oportunidad de disponer de un terreno adecuado para su implantación, o de un jardín ya consolidado.
En la práctica:

todas aquellas personas con una predisposición a vivir una nueva experiencia con su medio más cercano.

las que puedan percibir el jardín como si se tratase de un ser vivo, que nace, crece, expresandose en la apertura primaveral y el recogimiento invernal, enferma, renace, cambia, pero en muy raras ocasiones muere. Aquellos que no lo ven como si de una cortina, o una mesa se tratase que para bien o para mal siempre se muestran igual. O como mucho, más envejecidas por el paso del tiempo.

aquellas que sean capaces de disfrutar tanto la frustración como el logro, de ver que una planta no crece, se marchita, pero al lado otra se muestra en todo su esplendor.

en definitiva personas con un corazón abierto a la vida y a la experiencia.

Nuestras actuaciones, como ya hemos mencionado se basan en la OBSERVACIÓN de los procesos naturales que ocurren en el jardín, y actuamos en favor de los objetivos estéticos, funcionales, perceptivos, interfiriendo lo menos posible en los procesos naturales. Esto lo conseguimos planeando la distribución del jardín de la forma más parecida a la 'inteligencia natural'. Esto es por ejemplo, no ubicando plantas que necesiten abundante luz para vegetar bien, en zonas umbrías, o no plantando especies que necesiten un amplio espacio para su desarrollo normal (no nos vale machacarlas luego con podas innecesarias), en lugares inadecuados. Eligiendo especies robustas, esto es que soportan bien los rigores del clima mediterráneo, en el que, aunque muchos lo olviden frecuentemente, estamos ubicados.

No podamos porque 'hay que podar'. El criterio agronómico-productivo que nos indica las podas a efectuar para obtener el máximo rendimiento en fruta, al menor coste operativo (por ejemplo formando árboles chaparros para poder alcanzar las frutas), NO VALE EN NUESTRA JARDINERÍA, ni tampoco el saber tradicional que a nuestro entender queda difuso entre esas prácticas agrícolas que hemos comentado.

Nuestro criterio de valor estético no tiene fundamentos mentales-sociológicos de agrupación por masas. Por ejemplo, para nosotros, no es más bonito un bloque monoespecífico, monocromo, que una mezcla de formas, colores y tonalidades. Por lo tanto, si establecer un monoespecífico compromete aspectos como la salud de las propias plantas integrantes, el coste de mantenimiento, la estética a lo largo de toda la temporada, etc., no cabrá su implantación.

Un jardín no está vivo al 100% si no se escuchan pájaros cerca, acuden insectos o caracoles, o cualquier otro animalillo. Luchar contra ellos como si se tratase de invasores de 'mi espacio' nos parece una actitud cuanto menos primitiva.



Un jardín natural, por lo general, es más barato de implantar, de transformar y de mantener. Y no es tanto una técnica de trabajo, como una actitud mental por parte tanto de los que lo trabajan, como de los que viven próximos a él.

Para nosotros un jardín no es un problema que hay que resolver de la forma que dé el menor trabajo posible (entendiendo este trabajo como 'limpieza de hojas secas', podas y tratamiento fitosanitarios), y al menor precio posible (aunque luego las plantas se mueran). Sino un lugar donde nosotros disfrutamos interactuando, observando toda la gama de matices que nos ofrezca, tanto como los que vivan él.

¿Quién se anima a iniciar uno?

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